
Turistada o no, el paseo es, seguro, una experiencia curiosa, tanto por lo divertido del torpe meneo del animal como por el entorno. Si el lento balanceo provoca risas, más gracioso resulta aún ver cómo, gracias a un estricto adiestramiento, los paquidermos asiáticos, grises y más pequeños que los africanos, son capaces de jugar al fútbol, caminar a tres patas, pintar un cuadro y hasta pedir limosna y coger euros, dólares o bats con la trompa.
Este rincón del planeta esconde más secretos que conquistan a niños viajeros. Como visitar una fábrica de sombrillas chinas, la de Bosang, donde todo se crea de manera artesanal, según técnicas tradicionales que se transmiten de generación en generación. Es curioso ver cómo se talla el bambú que hará de soporte a los paraguas. El colorido de los papeles de arroz y de las sedas secando al sol es hermoso. Pero lo que más les gusta a los niños es que pueden pintarles, allí mismo, en su camiseta una mariposa, o flores... ¡a la carta!
No hay comentarios:
Publicar un comentario